A screaming comes across the sky

Cuando llegue el último despepingue (¿El mío? El de la humanidad? No sé. Los dos van por el mismo camino y a la misma vertiginosa velocidad), dudo que haya signos, portentos. Nunca fui adepto a leer los arcanos, y cuando los he leído, con frecuencia me han mentido, excepto una vez un fortune cookie que me dijo con exactitud lo que me había ocurrido esa tarde. Pero no estamos para cuentos chinos, aunque sí, el camino pasa por la China.

Me crié bajo la sombra del champiñón nuclear. Eso tan bonito que les regalamos a los japoneses y que ahora sus vecinos en la alucinada Corea del Norte también cultivan. Lo que no anticipábamos era que el jardinero iba a ser un muñequito, y no de Matanzas. Chaplin, quien representó tan bien al Führer, no sería capaz de hacerlo con este animé vivo. El ya es su propia caricatura. Y es el que se prepara para listos, apunten, ¡fuego!

¡Candela, señores, candela! De este lado, nuestro propio muñequito, de cabello igualmente estrambótico, juega a lo que nunca se vio en sus casinos. ¿Dónde está el Comandante Bond cuando se le necesita? Ese que es tan buen jugador como asesino? ¿Dónde está El Chacal? Sí, ya se. El primero es ficticio, el segundo está muerto. Si no supieron liquidar a Fidel, quien jugaba con cohetes prestados, ¿cómo van a hacerlo con este chino, perdón, coreano loco que es dueño y señor de sus cohetes, sus bombas y todo su país maldito por la historia.

Y eso que ni he mencionado a lo que vendría después, ya que sabemos que después del diluvio viene lo peor. ¿Una yihad coreana para imponer el pelo punk? Y eso que tampoco he mencionado a la yihad de verdad, la de los moros todavía resentidos por las Cruzadas. ¡Pinga! La historia no tiene fin hasta que no llegue el fin de la última película. ¿La mía? ¿La de la humanidad? Total, como dicen en Colombia, es la misma vaina.

Ay, Antonio Benítez, ¿dónde están tus negras con olor a albahaca y hierbabuena que te anunciaron la negación del Apocalipsis? Bajo mi balcón no pasan. Quizás porque no tengo balcón. O porque vivo en el Sur Profundo de Estados Unidos, que tú pensabas era tan Caribe como nuestra isla (irrepetible, dicho sea de paso) y ni las negras ni los negros transitan mucho por las mismas calles que los blancos (calla, extrañado compatriota, que en estos páramos ando guillado de blanco).

Aqui nadie anuncia que el fin no llegará. Que el despepingue no va ser de pinga. Y no veo manera que un niño negro anuncie a los blancos del oro/la llegada del tiempo de la espiga.